Desde hace más de 25 años, tengo tres amores (quede claro que el primero es mi esposa). Con ellos celebré las bodas de plata, con ellos he reído, he llorado, juntos hemos organizado auténticas orgías... Sí, como lo oís, verdaderas bacanales a la altura de las de Calígula. Son dos hombres y una mujer. El más elegante suele ir vestido de blanco porcelana con fondo negro. El otro hombre y la otra mujer siempre acicalados y ataviados de marrón claro, cubiertos por una fina camisola nívea. Todos ellos son distinguidos sujetos que, a principios del siglo XX hicieron su aparición por la península ibérica, para satisfacer las ateridas mañanas del gélido invierno. ¿Quién puede escapar de su poder de autosugestión? Muy pocos son los que pueden evadirse de su enérgica fuerza visual y aroma, dichosa fragancia que hace las delicias de las gentes de bien. El de blanco porcelana queda huérfano sin la compañía de cualquiera de los otros dos, y viceversa. Pero cuando todos actúan en conjunto, ay madre!!! El hombre y la mujer de marrón pueden ser variados, dependiendo de la zona geográfica: los hay que son lacios, otros a rizos, morenos, o simplemente combinados. Personalmente, no puedo huir a sus encantos, aunque ya hace algún tiempo que no nos vemos, y así seguiré hasta que algún día nos encontremos por una vez, y hasta la próxima. Hemos pasado muchas horas juntos, a veces sólos, a veces acompañados de otros semejantes. Pero es tal cual, literal como el título de este post, los amo, los amo tanto que hasta me matan. Es contradictorio cómo una pasión desenfrenada te puede aniquilar lentamente, en sigilo. ¡Es realmente posible morir de amor! No estoy peleado con ellos, estoy alejado por nuestro bien, por mi bien. Y que conste que me avisaron muchas veces que nuestro aferrado amor no podía ser, pero yo hice caso omiso a sus advertencias. Insistía en estar con ellos todas las semanas. Sé que ya nunca podrá ser igual como antaño, pero no me queda más remedio ni tengo otra opción. Aunque también sé que nunca los abandonaré definitivamente, lo admito, no puedo. Tengo pensado visitarlos en Navidad, una sóla vez, y que no sirva de precedente, porque hasta dentro de muchos meses no vuelvo a encontrarme nuevamente con los tres. Así se lo comunicaré. Y ellos, que son muy inteligentes, me entenderán. Siento decirlo, pero no estáis en mi cuaderno de bitácora. Habéis pasado a un segundo plano, a un tercero, o incluso a una dimesión desconocida, virtual, imaginaria. En el fondo, sabéis que no estáis sólos, que aunque yo me aleje de vuestro lado, otros vendrán. En breve, estaré preparado para veros, pero sólo por esta vez.
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Un breve artículo en clave de humor sobre un alimento que me ha dado auténticos quebraderos de cabeza. He de decir que he tenido una innegable vesania y devoción por los churros y porras con chocolate, durante toda mi vida. Pero lo que no puede ser, no será.
